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HIRAM EDSON
Defensor de la Verdad del Sábado


Hiram Edson fue el instrumento que Dios usó para revelar a los primeros adventistas guardadores del sábado el significado de la purificación del santuario. Con Bates y White, él fue uno de los estudiosos de pensamiento profundo que contribuyó al desarrollo doctrinal de los adventistas del séptimo día. Fue un sacrificado siervo de Dios y ardiente evangelizador, fiel durante su larga vida en su devoción a Cristo.

En 1840, él vivía en una granja cerca de Port Gibson, New York, un pueblo pequeño cerca del Canal Erie casi a medio camino entre Albany y Buffalo. Un pequeño grupo de creyentes, en su mayoría granjeros, vivían en esta área, y veían a Edson como su líder. Su granja estaba cerca de kilómetro y medio al sur del pueblo. En ese lugar los adventistas se reunieron el 22 de octubre de 1844, para esperar la venida del Rey. Pero Cristo no vino como ellos lo esperaban.

Al día siguiente, en respuesta a sus oraciones pidiendo luz, Dios le mostró a Edson -- en una visión -- una escena maravillosa: Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, ingresando al lugar Santísimo del Santuario Celestial para empezar su obra de juicio antes de su pronto retorno. Edson compartió esta luz con sus amigos Owen Crosier y Dr. F. B. Hahn, de Canandaigua. Ellos determinaron estudiar el santuario y su purificación desde el punto de vista bíblico. El resultado de su investigación apareció en su pequeño semanario adventista publicado en Canandaigua, el Day Dawn; luego más tarde también en el Day Star, de Cincinnati. A partir de este momento, llegó luz a los desanimados adventistas, y comenzó a aclarárseles el porqué de su dolor y chasco.

Fue Edson quien aportó recursos para la compra de la primera impresora adventista del séptimo día. Fue en la casa de Edson en Port Gibson que se llevó a cabo la primera Conferencia Sabática de 1848. Edson vendió su granja, volvió a la predicación, y llegó a ser un exitoso evangelizador. En la fase posterior de su vida laboró cerca de Roosevelt, New York. Durante años fue líder de nuestra obra allí. Fue enterrado en el cementerio de Roosevelt.

 













Pocos Adventistas del Séptimo Día han conocido sus Biblias mejor que Urías Smith. Fue un hombre tranquilo, reservado, que impresionaba a la gente por su erudición y apariencia. Hombre de semblante noble, imponía respeto.

En diciembre de 1852, aceptó la luz del mensaje enseñado por los adventistas guardadores del sábado. El siguiente año se asoció con los intereses de publicaciones de la "Manada Pequeña" de creyentes en Rochester. Por cerca de medio siglo fue el editor o parte del personal editorial de la revista de la iglesia, Review & Herald. Urias Smith fue el primer secretario de la Asociación General, aceptando este cargo cuando la Asociación General fue organizada en la primavera del año de 1863.

Es mejor conocido por su libro, The Prophecies of Daniel and the Revelation, (Las Profecías de Daniel y Revelación) que ha tenido una circulación de muchos miles de copias. Fue el primer maestro de Biblia del colegio de Battle Creek.

Urías Smith nació en una casa de buen aspecto en el pueblecito de West Wilton, New Hampshire. Fue de carácter tan sólido como cualquiera de los hombres de Nueva Inglaterra, verdaderamente el estado de "Firme como el granito". El lugar de nacimiento de Urías y su hermana Annie aún permanece en pie en este pueblecito de Nueva Inglaterra. Ahora se le llama la Casa del Aguilar y los turistas interesados pueden visitarla.

Poco tiempo antes de su muerte, el edificio principal de la Review & Herald se quemó. Fue una tragedia grave. El corazón y alma de Urías Smith estaba ligado a esa institución. Su vida entera había estado dedicada a su desarrollo.

Todavía viven algunas personas que recuerdan al Pastor Smith, caminando por las calles de Battle Creek con su bastón, cojeando con su pierna artificial, como resultado de haber sufrido una amputación cuando era aún un adolescente. Su genio inventivo le hizo crear una pierna artificial, la que usó la mayor parte de su vida. Era versátil e inteligente, como lo fueron la mayoría de los pioneros. Los primeros obreros eran personas de gran capacidad. Dios escogió lo mejor que pudo encontrar para hacer la obra más importante encomendada a los hombres en estos últimos días.

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